ROY BATTY



No recuerdo la primera vez que vi Blade Runner, ni donde, ni con quien.  Creo que fue tiempo después de su estreno en 1982, cuando tenía dieciocho o diecinueve años. Por insistencia de un novio de aquella época me parece que alquilamos la peli en un videoclub (se ve que voy haciendo memoria) y la vimos en su casa. O tal vez no, tal vez fuera en una reposición golfa en los Cines Ideal. No recuerdo nada. ¡Cómo son las grandes pelis!. Con los años uno no recuerda nada, nada que no sea la película y como nos hizo sentir. Me enamoré del replicante Roy Batty, de su imponente físico, de su amor por Pris, de su humanidad y de, cómo no, esa manera de morir digna, triste y bella. La muerte de Roy Batty es, al menos para mí, de las más hermosas del cine (le sigue a cierta distancia la del personaje interpretado por Sherilyn Fenn en Wild at Heart de David Lynch). Dicen que las líneas finales del monólogo son producto de la improvisación de Rutger Hauer. Era un actor magnífico con unos ojos azules que no eran de este mundo. Me hago mayor y mis amores platónicos envejecen. Te recordaré montado a caballo vestido de señor medieval con un halcón posado en tu mano,  perdiéndote en el amanecer. Pero sobre todo, para mí, siempre serás Roy Batty, yo tendré diecisiete años, toda la vida por delante y un buen puñado de sueños que cumplir.

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